martes, 31 de diciembre de 2013

Trece


El 2013 se nos va. Y la verdad, ha sido un buen año (pese a no haber estado muy presente por el blog). Cumplió en enero cinco añitos y en ese momento no me encontraba con muchas fuerzas para seguir adelante. El 2012 fue un año un poco feo, de bastantes desilusiones, y por eso el cumple del blog, aunque en enero, fue algo amargo. Pero seguimos adelante. Y una de las cosas que más me gusta hacer en esta ventanita al universo es recordar el año que se va. Y el 2013 se nos va.

Este año, para que nos vamos a engañar, no he escrito mucho. Pero he hecho otras muchas cosas. Empezando por escribir, sí, pero cositas más pequeñas: en el inicio del año me propuse guardar en un botecito papeles con todas las cosas buenas que me fueran pasando. A los pocos meses, el bote se rompió y tuvo que ser sustuido por una hucha de vaca. Y estoy super contenta porque la vaquita se ha quedado pequeña para la cantidad de cosas buenas que he ido almacenando. Esta tarde lo he abierto y ha sido genial re-encontrarme con mi yo del pasado, esa chica de inicios de enero, o la de octubre… Qué poquito a poco se va cambiando y cuántas cosas pueden pasar en un año.

¿Cositas buenas? Muchas, sin duda. Por ejemplo, gané el Primer Premio de Relato de mi facultad, con Los mundos posibles. También estrenamos “Sueño de una noche de verano” con nuestro grupo de teatro, donde seguíamos encontrándonos una y otra vez como Hermia y Lisandro. ¿Qué más? También leí una biogafría preciosa de Leonardo da Vinci, quien se ha convertido en otro amor platónico. No encuentro mucho orden en mis memorias, pero sin duda mencionaré que me he enganchado a Doctor Who y he viajado por miles de planetas, aunque para eso a veces no hace falta que la tele esté enchufada. Hemos continuado con nuestra maravillosa (no)rutina de café por las tardes, churros si es domingo, comida china a casa, o (tú) el bocadillo 13 en el Gavilla pero también hemos viajado en el tiempo, como cuando oímos por primera vez  sonar ese teléfono rojo que me regalaste por los 20 años. ¡Ah, sí! Ya tengo 20 años – esto de haber abandonado el blog hace más dificil recopilar todo – y me he empachado a lacasitos, batidos de oreo y NY Cheesecake.

Mención aparte merece el viaje de verano. La verdad es que hay poquitas cosas mejores. Ya decía el año pasado que el verano es como un oasis, y el verano del 2013 sin duda lo ha sido. Descubrimos Italia y la verdad es que al mirar atrás no hay nada que no me guste: los desayunos improvisados, la pizza al taglio mirando el Panteón, el paseo en góndola. Después de dejar de morderme las uñas y de que me regalaras un anillo precioso, nos fuimos a la Beatle Week, aunque fue solo un finde. Me invitaste a scotch cola y vimos un precioso homenaje a George Harrison.

También este año he empezado a estudiar alemán – Ich spreche nur ein bisschen Deutsch aber es gefällt mir sehr gut! – y es perfecto porque nos vemos los lunes y los miércoles. Además, ¡he firmado mi primer contrato de trabajo! y desde septiembre lidio con los peques en una preciosa academia de la ciudad. Un proyecto que, aunque sacrificado, me va a ayudar mucho en el futuro, estoy segura.

Pero no todo iba a ser bonito. Ha habido cosas malas. En mayo me dio un bajón físico terrible, con el estrés de los exámenes y del trabajo, me desmayé en el tranvía y a partir de ahí necesité azucar constantemente. Pero salí adelante – la verdad es que el paraíso que es Creixell ayuda mucho-. Uno de los golpes más duros del año ha sido sin duda la pérdida de mi tía Ade. Han sido momentos angustiosos pero que hemos sabido superar en familia y que nos han ayudado a saber valorar un poquito más lo que tenemos. La echo muchísimo de menos, y de forma inesperada, me vienen a la cabeza recuerdos de momentos pasados con ella, como lo bien que me hacía el moño los días del Pilar o las pizzas tan ricas que nos hacía cuando nos quedábamos a dormir. La última vez que la vi no paraba de repetirme lo guapa que estaba. Ella sí que era bellísima, y ahora está sin duda cuidando de nosotros desde arriba. Otras cosita fea de este año – o de estos últimos meses – ha sido el cansancio: con el trabajo, acabo agotada los días. Y trabajar en Navidad no ayuda nada de nada. Pero siempre tengo quien me apoya y cuando me quedo sola, tengo la música de los Beatles.

Muchas veces se reduce a eso. A crecer, decía el año pasado, a crecer y a seguir adelante, escuchando los Beatles y refugiándote en esas personas que siempre están ahí. Desde septiembre, me declaré fiel seguidora de la filosofía a lo Harrison. He intentado inaugurar una nueva forma de ver la vida: más positiva, más despreocupada, a veces más egoísta. Y, si me da el bajón, escucho Old Brown Shoe o a John Lennon cantando que si algo no te parece bien, leave a message on the phone and tell them to screw it.

Aunque a veces ni los Beatles lo pueden solucionar y es entonces cuando entran en juego otras personas importantes. Mi familia, ante todo mi mamá, que siempre se sienta a escucharme y con quien brindo con vodka con caramelo siempre que nos es posible y mi abuela Charo, co-fundadora de nuestras eternas sobrmesas; mis amigos, sobre todo María, Carlota y Pablo, siempre dispuestos a echar café y a descubrir la literatura por nuestros propios medios; Nerea, con quien comparto cada día más y más, siempre delante de un café bien cargado y un croissant recién hecho; Luz, que pese a la distancia, sigue estando bien cerquita; mi señorita Starr que, como ella sabe, me alivia del día a día con nuestros pequeños big-bangs de los Beatles; y bueno, por supuesto, mi chico, Guille, a quien no solo quiero con locura, sino que es el que está siempre al pie del cañón, limpiándome las lágrimas, alegrándose de mis éxitos, recompensando mi esfuerzo y, lo mejor, dándome refugio, descanso y paz y conduciéndome poquito a poco a casa.

Creo que si he de hacer balance, puedo decir que el 2013 ha sido un año en el que he aprendido a valorar más lo que tengo, a fijarme en pequeños detalles, a no dejarme llevar por la tristeza fácil, y en el que me he conocido mejor a mí misma, mis fuerzas y mis límites. Creo que ha sido un buen año, con momentos duros pero que he superado, y desde esta actitud positiva, un año que puede convertirse en un año de transición hacia un bonito futuro, más pleno, lleno de nuevas experiencias.

Así que, 2014, ¿estás preparado?
¡Porque Natalia no te va a dejar parar!

¡Feliz, pero feliz de verdad, año nuevo!
2014, ¡allá vamos!

sábado, 16 de noviembre de 2013

Lo único que hiciste fue ayer.


Muchas veces él la mira, o la imagina – cuando está lejos, solo puede imaginarla –, él piensa en ella mirando al vacío, aunque en realidad no es el vacío, sino que es esa marañana de pensamiento, esa telaraña de conciencia, desde donde la echa terriblemente de menos, cuando la imagina, o desde donde la desea terriblemente, cuando la mira, y desde donde le muerde el dolor al preguntarse cómo puede ella dormir sin decirle a él que le echa de menos, que le desea, que no puede vivir, respirar, ver ni imaginar sin él; le muerde el dolor intenso, como una serpiente que sube por el pecho, al preguntarse cómo puede dormir ella sin gritar de amor a cada segundo, cuando la garganta de él es un nido de pájaros que no callarían nunca, si quisiera escucharle, aunque si no los alimentaran seguirían cantando hasta desfallecer; cómo puede dormir ella sin sentir ese pinchazo, esa necesidad constante que siente él, de recordarle que es él gracias a ella, que parece que todo lo que realmente estaba haciendo era esperarla. Muchas veces él la mira, o la imagina, y odia su silencio y le dan ganas de hacer callar a sus pájaros, de dejar la mente en blanco, de salir de la buhardilla de los lienzos detenidos por la arteria que llora, de los labios que lloran, del cráneo que llora, salir y aclimatarse e imitarla, y ser como ella, tan callada, tan lejana, y dejar de escribir, dejar de mirar, dejar de imaginar, dejar de decir y empezar a no decir, que no es lo mismo que callar, porque el que no-dice es que sencillamente ha olvidado lo que quería decir, lo bonito, lo feo, los cafés, el hollín, el agua salada, la leche, las anéctodas, las enciclopedias, lo  banal, lo importante; el que no-dice es que sencillamente se ha olvidado de lo que quería decir, a fuerza de esperar y esperar a ser escuchado, a ser entendido y por eso, por fin, puede dormir.

Descíframe y juega a entenderme.

jueves, 14 de noviembre de 2013

A través de ti.

Look at me
what am I supposed to be?
what am I supposed to be?

A veces parece que no miramos a los ojos sino a través de los párpados, o del dolor, o de los cristales. O través de nosotros mismos, como si las nieblas de nuestra cabeza bajaran a nuestros ojos y nos cegasen y deformasen la realidad. Pero a veces no hay niebla y sí que miramos a los ojos. O a veces miramos a los ojos y es el otro quien oculta niebla, nieve y agua. Como cuando George Harrison, terriblemente enfadado con John Lennon, durante unas de las reuniones para acordar las condiciones de ruptura del grupo, se acercó a él, le tomó de la cabeza y le dijo que quería verle los ojos. Lennon se quitó las gafas de sol – cómplices, como las capuchas, de tantos fastamas faciales – y se puso sus famosas lentes. Harrison, enfurecido, le gritó que quería ver sus ojos, que así no le veía los ojos, que todavía no le veía los ojos. Agarró las gafas y The Quiet Beatle – nótese la ironía, probablemente una de las pocas personas que se atrevía a gritar a Lennon – las arrojó con fuerza al suelo. Qué escena: los dos mirándose – o no mirándose – a los ojos. Qué fuerza. Me pregunto si George pensaba que a veces, muchas veces, o pocas veces, parece que no nos miramos a los ojos sino a través de los párpados, del dolor o de los cristales. O a través de nosotros mismos, a través de la niebla de nuestro egoísmo o de nuestras lágrimas. Aunque, también a veces, nosotros miramos puros, límpidos, blancos, al otro y es el otro quien muestra ojos opacos, como los de Lennon, nublados, de lentes perpetuas. Y mirar, mirar y que el otro te mire a través de sí mismo, a través de la tormenta que no moja en él sino en pómulos ajenos, a través de la erupción que no quema en él sino en arterias ajenas, mirar y que el otro te mire a través de sí mismo explica esas ganas de dejar de callar, como George, y gritar que así no ves sus ojos, que quieres verle los ojos, que quieres verlo puro, límpido y blanco.

(Pero, es inevitable amar, aunque sea, como dice Salinas, para mirar al mundo, a través de tí, puro, de hollín o de belleza. Y, desgraciada – o afortunadamente- tiene razón: merece soportar el hollín para mirar, a veces, la belleza. Merece la pena que te devuelvan la mirada unos cristales oscuros para mirar, a veces, unos ojos puros, límpidos, blancos y enamorados).  

N.Vuelve Rubber Soul a revolverme las entrañas.

martes, 12 de noviembre de 2013

Caballos y quimeras.

Varias veces había notado don Gabriel la irresistible tendencia de su imaginación viva, ardorosa y plástica, a construir, con la vista de un objeto, sobre la base de una palabra, un poema entero, un sistema, una teoría vasta y universal, llegando siempre a las últimas y extremas consecuencias: propensión que le explicaba facilmente los muchos desengaños sufridos y aquello que llamaba él caérsele muertos los caballos. Le sucedia también que la experiencia no le enseñaba a cautelar, y cada nueva construcción la emprendía con igual lujo y derroche de ilusiones y esperanzas.

EMILIA PARDO BAZÁN.
La madre Naturaleza.

domingo, 27 de octubre de 2013

lunes, 21 de octubre de 2013

Mon merveilleux amour (o del Big Bang).


Finalement, finalement
Il nous fallut bien du talent
Pour être vieux sans être adultes
JACQUES BREL.

Una vez la vio, una vez la tuvo, una vez que le hizo sonreír, se propuso que, para cuando cerrasen para siempre los ojos, para cuando el universo dejara de expanderse bajo sus costillas, serían lo más viejos en amor posible. Él no sabía dónde habían quedado las preocupaciones vanas, las fechas de entrega, las cuentas corrientes, los días de lluvia. Dónde habían quedado los dolores de cabeza o las neveras vacías. Una vez ella le miró por primera vez, con esa sorpresa dulce y recelosa, como con los ojos entrecerrados y borrosos, él apoyado en la pared y ella buscando el origen de esa voz burlona, sin ser consciente de que alguien ya había dado la vuelta al reloj de arena, una vez ella le miró empezaron a nacer estrellas y él decidió, aun sin saberlo, que cuando la última de ellas se apagara, serían lo más viejos en amor posible. Jacques Brel verbalizó sus intenciones, cuando ya llevaban unos pocos años deseándose y perdiéndose y creciendo y estallando, a veces estrellándose como pequeños meteorios, a veces volando como grandes cometas: ser viejos sin ser adultos todavía. La vejez como ese hambre constante, el estallido del instante, el detener el tiempo y condensar, comprimir todo ese amor en un punto fijo, en una estrella, en los labios, o en el dedo que los toca, o los peldaños de las escaleras de la plaza donde él siempre la besa. La vejez del amor joven, apasionado; la vejez como el invierno, como la costumbre de ese amor; la vejez pero no como canas ni como arrugas sino como un amor blanco, como una galaxia láctea, como un tesoro que encierra todas las posibilidades, que agota todas las alternativas. La vejez del amor joven como una contradicción: un universo que se expande y crece y se expande pero que, cuando haya de agotarse, sea porque no hay posibilidad de dar un solo beso más ni de mirarse un segundo más. Hace falta mucho talento, sí, dice Brel, para ser viejo sin ser adultos. Hace falta encontrar esa persona que da la vuelta sin quererlo al reloj de arena. Hacen falta muchos instantes de añorar lo que no ha llegado todavía. Pero si la encuentras, si la encuentras todo cambia, como ella le cambió a él. No sabrán, sin llegar al mar, si un amor podrá ser eterno. Pero sabrán, saben, que el amor puede ser viejo, y así, cuando haya de pausarse o de suspenderse, sea porque no se podían amar más, porque todas las posibilidades se habían ido apagando, como estrellas silenciosas.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La hora del té.


Show me that I'm everywhere
and get me home for tea
GEORGE HARRISON

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Abrimos la puerta con la llave y con el nuevo diseño.
Feliz día,
N.